28 outubro 2012

Alejandro Sanz "Sólo soy un tío de barrio que ha viajado"

Por: Joaquim Roglan

Alejandro Sanz es el hijo de Cádiz y de Moratalaz (Madrid) más conocido del mundo. Vende millones de discos, acumula premios y suma masas de seguidores en las redes sociales. Comprometido con causas humanitarias, no olvida sus orígenes. Pone sus palabras al servicio de las emociones. Merodea por sus letras de amor y desamor, que son como cuentos infinitos. Ahora pide que no le toquen la música.

Tiene ese aire sentimental de los muchachos de barrio. Nacido en 1968, va y viene de Miami a Madrid y Extremadura para cantar a España y América que No me comparen y para recordar que La música no se toca (así se titulan, respectivamente, el single y el disco que acaba de lanzar). Su país le otorgó la Medalla del Mérito de las Bellas Artes. La Casa Blanca le premió por su aportación a la música latina. Da la cara por Médicos sin Fronteras, Save the Children y Greenpeace. Lejos quedan su primer y premonitorio trabajo, Viviendo deprisa, y aquel Más que le lanzó a la fama mundial. Canciones como No es lo mismo, Amiga mía o Corazón partío forman parte de la memoria musical y sentimental de enamorados de varias generaciones. Y se reflejan en su mirada los mares que duermen en su memoria.
¿Ha llegado más lejos que en sus sueños de adolescente?Mis sueños de juventud eran tan poderosos, que ni siquiera cumplirlos puede superar lo que me hacían sentir.
¿Qué siente ahora que los ha cumplido?Necesidad de escribir. Antes apuntaba todo lo que me pasaba, pero dejé de hacerlo. Ahora quisiera escribir una autobiografía de emociones, no de lo que me pasa, sino de las sensaciones. Es complicado, porque son emociones abstractas y no verdades absolutas. He comenzado a escribirla con cuidado, despacito, contando las pequeñas historias con todos los adornos. Algo así como lo que hacía mi madre cuando decoraba la casa con sus recuerdos y en lugar de amontonarlos los ponía con gracia y arte.
Si comenzase por el principio, ¿cuál sería su primer recuerdo?Parecerá imposible, pero es de cuando yo debía de tener tres meses. Es el de mi madre cantándome una nana, y parece que lo estoy viendo. Enamorarse de un momento y transportarlo a través del tiempo es lo que da sentido a la vida.

Usted ha leído y ha escrito mucho más de lo que parece y se cuenta. He escrito mucho cancionero y tengo baúles llenos de libretas, de hojas sueltas, de ideas, de anotaciones al margen, de frases apuntadas en servilletas… Hay cosas algo naif y ñoñas, pero forman parte del proceso. La pureza y la ingenuidad se pierden con el tiempo.
Sus críticos dicen que sus letras no son fáciles.Les dedico su tiempo, pero al cantarlas las palabras cambian, y quiero meter muchas ideas en un espacio pequeño. Por eso compongo para mí, porque como intérprete de otro no sería nada del otro mundo. Y por eso no escribo letras para casi nadie, porque en España hay tendencia a quedarse sólo con el estribillo.
¿Cómo ha conseguido su propia manera de decir las cosas?Consiste en decirlas como las siento, y pongo las palabras al servicio de la emoción. Más que demasiadas corrientes, conceptos o estilos, reivindico los pequeños códigos de escritura propios, los míos, los de mi época romántica y otras, siempre hasta encontrar la propia. Escribir canciones es distinto que escribir poesía. La literatura oral fue anterior, pero estamos perdiendo las nanas y los cuentos. Y si ese hilo del tiempo se corta de raíz, se pierde para siempre.

 
Le gusta dar rodeos.La literatura se nutre del rodeo. Todo se podría decir en dos palabras, y más ahora que están de moda los aforismos. La tendencia puede ir hacia el aforismo y la brevedad del Twitter, pero hasta ahora la literatura se nutre del adorno y del rodeo, y eso es bonito.
Y cuando escribe, parece que merodea.Sí. Es lo que tiene vivir en el monte y en los barrios de las afueras. Mi padre vendía libros para ganarse la vida y me despertó el gusto por la lectura. Los niños de hoy leen en el ordenador y en el iPhone, pero yo abría un armario y tenía los libros que almacenaba mi padre y la soledad de una familia de Cádiz que se fue a vivir a Madrid. Tal vez por eso, fui un merodeador de la cultura, no me quedó más remedio.
¿Cantar es seducir?Toda expresión artística es seducción. Hay quien cuelga cuadros en las paredes y hay quien hace música pensando en una mujer. Cuando aprendes a tocar la guitarra, las emociones están en carne viva, y lo más probable es que la primera canción sea para una mujer; seguro que la música sirve para la seducción, porque el arte es seducción.
Una voz algo castigada y algo canalla ¿ayuda a su arte?Eso de la voz va por épocas… Sólo hay que acordarse de Los Pecos.
¿Por qué hay tanta piel en sus canciones?Porque soy más andaluz que madrileño y la mesura no va con nosotros. Los andaluces somos pasionales, exagerados, aspaventosos, y en la música abusamos de la exageración. Lo de la luna, el cielo, la piel, lo aprendí escuchando flamenco, y tiene mucho que ver con el flamenco. Se trata de convencer, emocionar y sentenciar en cuatro versos. Eso requiere pasión, y las metáforas son un poco como la ciencia ficción de las emociones.

Magistral y brillante aquella que dice que ella le peina el alma.Gracias. Desde niño llevo clavada la imagen del alfiler en el cabello de una mujer, y recuerdo aquella canción que dice: “Me gustaría ser una horquillita de tu pelo”. Son imágenes muy físicas pero muy poéticas. Y muy reales, porque peinar es un gesto muy sensual.
¿No es demasiado joven para la nostalgia?Cuando contamos anécdotas, no podemos revivir las emociones, las sustituimos por una nostalgia y las guardamos para atrapar el tiempo. Es lo único que queda, lo que se acumula. Lo más importante es generar nuevos recuerdos, nuevas anécdotas, y no repetirse. Esto nos pasa a todos, y hasta la mujer y los hijos se cansan de escucharlas.
Ya hace tiempo que descubrió y cantó que la vida va y viene.Es que siempre voy y nunca vengo. Eso debe de ser algo de la parte gallega de mi familia. Pero también de las idas y las venidas de ocho siglos de conquista del árabe, del tuareg y del nómada, que algo queda.
¿Y si queda un corazón partido?Los corazones partidos son como las llantas de los coches, que tienen difícil remedio. Hay heridas que nunca se curan. Otras, como los amores primeros, se curan e incluso pueden dejar bonitas cicatrices. Luego vienen las heridas que se quedan para siempre, las que no se pueden reparar nunca.
En No es lo mismo prometía que tenía pomada para todos los dolores.Sí, pero el botecito de la pomada está medio acabado. Una pomada son la música, la literatura, el arte, los deportes, todo lo que nos distraiga… Pero esto de que nos informen todos los días sobre el Ibex y las primas de riesgo es difícil de curar.
¿Vivir es tan difícil como lo cuenta en Cuando nadie me ve?No. Hay gente que lo hace difícil, pero no lo es o no lo parece. Nos tomamos demasiadas cosas en serio, hay que aprender a relativizar con más sentido del humor, con menos afección, y hay que elegir bien las batallas de la seriedad. Cuando compré una finquita en Extremadura, mi madre me dijo: “¡Qué contenta estoy!, porque no te morirás de hambre y siempre puedes plantar tomates y cebollas”. Las personas necesitamos poca cosa, y todo lo ­demasiado adornado me hace sospechar.
Su madre era de otra generación.Mi generación musical es la de los noventa. Veníamos detrás de los ochenta, que es como la más valorada. Salió gente interesante y hubo excesos y sobrevaloraciones, pero algunos ahora ya son mitos populares. En los noventa aparecieron muchos grupos y no queda ninguno. La crisis fue muy grande, y ha quedado más de los ochenta que de los noventa. Fue una transición cultural y musical, y algunos han pasado de generación en generación para hacer bueno aquel tópico de que lo difícil es mantenerse.

¿Por qué cree que ha sobrevivido al boom de los noventa?Porque me gustaba moverme en el flamenco, que es atemporal, superviviente de todos los estilos y disciplinas y capaz de abrirse al jazz o la música brasileña. Además, adoptó técnicas clásicas y fue culturalmente más inteligente que la música clásica. El flamenco es emocionalmente abierto y necesita introducir toda música interesante. Si no fuese por el flamenco, no sé si hoy estaría aquí; probablemente, no.
¿Qué aprendió del dolor, el quejío y el duende? El flamenco es mucho más que esos tres componentes, que son importantes. El flamenco es la historia de un pueblo que al no tener literatura, pintura ni escultura, la única forma que encontró de contar su historia fue por medio de la música. El quejío es la expresión del sufrimiento de un pueblo, y el duende es la habilidad para transmitir el dolor a través del quejío... Del flamenco podríamos hablar durante días.
¿Cómo es su generación, más allá de la música?Descendemos de generaciones que tuvieron que luchar mucho día a día para sacar adelante a sus familias, y nosotros pasamos a madurar más tarde. Nos asustaba hacernos mayores y asumir las responsabilidades, y eso parece que ha ido como a peor.
¿Qué ha ido como a mejor?Que cada cual se ponga las medallas que quiera, pero nos escondemos detrás de las opiniones no avaladas por el conocimiento. Se trata de engordar el ruido, que es como ese ruido rosa que hacen los técnicos de sonido para medir frecuencias. El ruido de tantas opiniones hace que no escuches otras. Yo lo llamaría el ruido gris. Y a causa de las redes sociales empiezas a formar parte de ese ruido.
¿Más de ocho millones de seguidores en las redes sociales hacen ruido?Soy afortunado en este ámbito, pero sólo soy un músico. Por eso me voy al estudio, me encierro y me alejo del estruendo. Si con mis declaraciones y opiniones metí la pata, ya pedí perdón a arquitectos, políticos y urbanistas, pero no a los árbitros de baloncesto, porque soy bueno en eso.

 
¿Cómo ha aprendido a medir las ­palabras?La letra con sangre entra. La dimensión de las palabras no se la lleva el viento. Se puede decir lo mismo y siempre se puede decir mejor. Soy impulsivo, tiendo a ser vehemente y hago ejercicios de contención. La contención nunca es mala, y no renuncio al fondo del mensaje.
Uno de sus últimos mensajes, en forma de canción, es que no le comparen. ¿Sabe que le compararán más todavía?Sí, porque cuando no tenemos muchos más baremos, se sustituyen las definiciones por comparaciones. Y si te comparan contigo, duele más. Es un arma de doble filo, pero una excusa maravillosa cuando metes la pata. El ser humano avanza, y uno nunca se queda pegado a una situación, a un momento, a una palabra o a un disco. El que hizo Más era otra persona; yo soy el que ha hecho este último disco. Y el choque interior de cada canción es contradictorio.
¿Con quién se compararía?No y no. No me lo he planteado y no quiero hacerlo. No deseo esa mala jugada a nadie. Me gusta hacer pequeños homenajes en mis canciones, pero en Buenos Aires conocí a un tipo que decía rendir homenaje a un antiguo cantante de casete y resulta que lo había copiado íntegro. Eso de los homenajes es todo un mundo.
¿Cuándo se dio cuenta de que la vida va en serio?Aún rechazo un poco la seriedad de la vida, pero hay días y momentos que han supuesto un alto. Como el nacimiento de mis hijos y la muerte de mi madre. En ese momento sentí el vacío. Soy poco dado a la depresión, ni a hundirme ni a entristecerme, pero ese momento fue duro y complicado. Hay libros de autoayuda que ofrecen técnicas para despedirte y confortarte, pero siendo como soy, quiero tener la presencia. El nacimiento de mis hijos y la muerte de mi madre me enseñaron que la vida va en serio.
Se le nota ese algo desvalido que hay en los ojos de los huérfanos.Puede ser, puede ser… Son esas heridas que no se curan nunca, y es un dolor que no se cierra.
¿Ha visto mucho dolor durante sus actividades humanitarias? En Zimbabue fui con Médicos sin Fronteras a los poblados donde vivían ellos, y hay un millón de huérfanos con el sida infantil. Ahí me di cuenta de las estupideces que preocupan a nuestra sociedad, como el coche, la televisión… Allí son felices sin nada, y yo lo fui con sólo un camastro, una mosquitera y una bombilla. A veces, la solidaridad nos hace más bien a nosotros mismos. Hay que aprender a ayudar, y la solidaridad debería ser obligatoria.
Hay quien recela porque algunos se hacen solidarios para sacar provecho. Es increíble, pero la gente solidaria es sospechosa. Nos gusta decir que somos el país más solidario del mundo, pero se sospecha de alguien por ser solidario. Como dijo Antonio Banderas: “Que lo hagan por lo que quieran, pero que lo hagan”. Me lo enseñó mi madre desde niño: “Hay que echar una mano a la gente”. Y hay que demostrarlo y hay que ayudar. Ahora preparo una fundación en Madrid para crear empleo, y hay varios proyectos interesantes de formación de gente y de pequeños negocios, un poco como los microcréditos. Hay muchas cosas por hacer.
Pero se hace mucha guerra.Las guerras son una exageración decorativa. El día que caiga el meteorito que decían los mayas se irá todo al cuerno. Pero quedará aquella canción de The Beatles que se envió al espacio en un satélite junto a objetos y mensajes de nuestra civilización. Fue un homenaje a la música.

¿Todo se irá al cuerno y se empeña en que la música no se toca?Una vez quise coproducir un disco con músicos de formación clásica. Para ellos, yo representaba todo lo contrario, hasta que uno me dijo: “El día que llegué a tu casa se respiraba respeto por la música”. Y sí, porque se puede perder el respeto a muchas cosas, pero a la música, no.
Su nuevo disco tiene algo de ochentero.Hay un ejercicio de arreglos de los teclados electrónicos para no ceñirnos al concepto tradicional de o anglo o latino. Vuelvo a los arreglos armónicamente complejos para poner las canciones al servicio de la emoción. En el disco hay homenajes a Sgt. Pepper’s y a los ingenieros de mezclas, y los hacemos como se mezclaba en aquella época. Hay cosas que son horrorosas, pero otras quedan, y rescatamos las que están en la memoria colectiva. Hay que quitarse la cal de encima, quiero crear mis propias tendencias, no seguir a los demás, y eso me satisface.
¿Qué se hizo de aquella alma nueva y sin usar?No me casé de blanco. El alma es como el atún de Barbate, que tiene muchas partes: el morrillo, la ventresca… De cada parte de tu alma que dedicas a un amor, algo se resquebraja, pero algo queda para usarse, como en el disco duro de los ordenadores.
¿Ordenando sus recuerdos, se siente más seguro de sí mismo?Aunque nunca quieras contar nada de ti mismo, se dice de todo, se oye de todo y todo se sabe. Estoy asentado, seguro y afrontando responsabilidades. Experiencias, palos y líos me hacen más fuerte.
No le persiguen leyendas de haberse metido en muchos líos.Tengo tres hijos de tres mujeres distintas.
Otros tienen más y alegan que ellas son las cómplices necesarias.En todo caso, la fuerza que me gusta es como la de la cuerda de un barco, que la tensas y te acerca a una nueva orilla. También me gustaría escribir imágenes de la fuerza de Titán, la luna de Saturno. Es un objeto estelar parecido a océanos de metano, con una fuerza de gravedad tan bajita que, cuando se evapora y llueve, se forman unas gotas gorditas que caen muy despacito. Entonces todo flota y tiene su gracia.
¿Su autobiografía será tan merodeadora como un cuento infinito?Mi biografía no es tan aburrida, pero al final sólo soy un tío de barrio que ha viajado. Porque puedes salir del barrio, pero el barrio no sale de ti.

De magazine digital.

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